Friday, June 6, 2014

Un viaje a otro tiempo

Un viaje que fue un poco al pasado y otro tanto al futuro. Con un libro por completar y un corazón por nutrir, partí el fin de semana pasado a Boquete, un pequeño poblado anidado en un valle a las faldas del Volcán Barú (el punto más alto de mi país) en la provincia de Chiriquí. Con sus angostos caminos de montaña, sus parajes de fantasía y las escenas de antaño que a diario se atestiguan en sus calles, Boquete se sentía como el lugar perfecto para tomar un descanso de la ciudad. Dos compromisos, uno al principio de mi viaje y uno al final, funcionaron como mágicos apoyalibros de una experiencia profundamente espiritual y enriquecedora.

En futuros posts sobre este corto viaje quizás hable un poco sobre la maravillosa oferta gastronómica –a todos los niveles– que tienen Boquete y sus alrededores, pero hoy solo los llevaré a caminar por sus senderos y sus calles de otra época, de donde fui sacando con cada paso una historia que contar, un recuerdo inolvidable, un retazo de belleza cotidiana.

Los caminos en las montañas que rodean al pueblo están llenos de misterio. La ladera se deja abrazar por las nubes en ese punto en que lucha la naturaleza contra la mano del agricultor.
Uno de tantos mensajes dejados en las famosas "rocas ladrillo" de Boquete. Me conmovió la belleza de dejarnos su legado e historia.
De espaldas, vestidas de rocío.
Donde reposan las historias; sonrisas y lágrimas por igual.
Testimonio.
El espíritu del antiguo ferrocarril de Boquete sigue vivo en el centro del poblado; irradia una magia que es difícil de ignorar.
Un mercado silencioso, cargado de colores y las memorias de anoche. 
Silueta. Azul. Un segundo horizonte que debe vencer el sol a diario para bañar esta tierra mágica con su calor.


Y como diría el farolero de Saint-Exupéry, "Buenos días. Buenas Noches." 


Los faroles del Parque de Boquete, a pesar de ser de reciente instalación, respiran ese aire de otros tiempos que hace de este lugar un retiro ideal no solamente del bullicio y rutina de la ciudad, sino del propio tiempo.






Hasta la próxima; que sus viajes sean siempre seguros y llenos de magia.




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